Sobre el suicidio

León Tolstói

La cuestión si el ser humano tiene – en general – el derecho de suicidarse, está mal planteada. En realidad el problema no se debe plantear respecto al “derecho”: en el momento que el ser humano tiene la posibilidad de suicidarse, tiene también el derecho de hacerlo.

Yo pienso que tal posibilidad de auto destruirse, que nos ha sido dada, representa una válvula de seguridad.

Ya que el ser humano puede suicidarse, no tiene el derecho – y aquí tal término se encuentra en el lugar adecuado – de decir que la vida le es insoportable. Si la vida nos deviene insoportable, podemos recurrir al suicidio; por lo tanto ninguno de nosotros puede lamentarse de la intolerable dureza de la propia vida. Fue dada al ser humano la capacidad de suicidarse, por lo tanto lo puede hacer, tiene el derecho de hacerlo. Y continuamente él mismo hace uso de este derecho, suicidándose en duelos, en guerras, con los excesos, o con el alcohol, el tabaco, el opio, etc.

No se puede solo preguntar si es razonable y moral – estos dos términos son inseparables – suicidarse.

¡No! Suicidarse es irracional, así como tallar los retoños de una planta que se quiere extirpar. Ésta no morirá, crecerá irregularmente, eso es todo. La vida es indestructible, está más allá del tiempo y del espacio. La muerte no puede más que cambiar la forma, poniendo fin a la manifestación en este mundo. Pero renunciando a la vida en este mundo, yo no sé la forma que ésta tomará de nuevo, si me será mas grata y en segundo lugar yo me privo de la posibilidad de aprender y adquirir el provecho de mi yo, todo aquello que hubiese podido aprender en este mundo. Por otra parte y sobre todo, el suicidio es irracional porque, renunciando a causa del disgusto que ella me provoca, yo muestro tener un concepto errado de la finalidad de mi vida, suponiendo que sirve para mi placer, mientras ella tiene por finalidad, de un lado, mi perfeccionamiento personal y por el otro la cooperación a la obra general que se cumple en el mundo.

Y es por esto que el suicidio es inmoral. Al hombre que se suicida, la vida le fue dada con la posibilidad de vivir hasta su muerte natural, a condición de ser útil a la obra general de la vida y él, después de haber disfrutado de la vida, hasta que le parezca agradable, ha renunciado a ponerla al servicio de la utilidad general, apenas le sea desagradable; mientras verosímilmente él empezaba a hacerla útil en el preciso instante en el cual su vida se endurecía, porque cada obra comienza con sufrimiento.

En la soledad de Optynia1 durante más de 30 años, descansaba un monje paralítico, que había conservado solo el uso de la mano izquierda. El médico decía que debía sufrir terriblemente. Él no solo no se lamentaba nunca de su estado, sino que con los ojos fijos en su icono, con la señal de la cruz y una sonrisa perpetua no cesaba de expresar a Dios su agradecimiento y su alegría por aquel rayo de vida que se conservaba en él. Millones de peregrinos venían a visitarlo y es increíble qué beneficio irradiante proyectaba en su mundo este hombre incapaz de llevar a cabo una actividad física. Aquel paralítico hacía seguramente más bien que millones y millones de personas en perfecto estado de salud, que creen cumplir en diversos campos una labor difícil y útil a la humanidad.

Hasta que el ser humano conserva un soplo de vida, puede perfeccionarse y ser útil a los otros seres humanos. Más él puede ser útil a los otros seres humanos, sólo perfeccionándose y puede perfeccionarse, solo realizando su utilidad.

1 Famoso monasterio ruso, visitado por Tolstói