En un caluroso día de verano, tres viajeros se reunieron junto a
un fresco manantial, que estaba al lado del camino, rodeado de algunos árboles
y de húmedo césped; el agua, pura como una lágrima,
caía en un recipiente naturalmente hecho en la piedra; luego se vertía
para esparcirse por la pradera.
Los viajeros descansaron a la sombra de aquellos árboles y bebieron
agua del manantial.
Junto a él vieron una piedra en la cual se leían estas palabras:
"Parecéos a este manantial."
Los peregrinos leyeron la inscripción, después se preguntaron
su significado.
--Es buen consejo -dijo uno de ellos, que era comerciante--. El arroyo corre
sin cesar, va lejos, recibe agua de otros y se hace un gran río.
Así, el hombre debe imitarle ocupándose de sus asuntos, y
siempre triunfará y conseguirá riquezas.
--No -dijo el segundo viajero, un joven--. A mi entender, esa inscripción
significa que el hombre debe preservar su alma de los malos instintos, de
los deseos malos; su alma debe estar tan pura como el agua de este manantial.
Actualmente, esta agua da fuerzas a los que, como nosotros, se detienen
para beber; si hubiese atravesado el universo, si el agua estuviera turbia,
¿qué utilidad tendría?, ¿quién la querría
beber?
El tercer viajero, que era anciano, sonrió y dijo:
--Este joven tiene razón. El manantial, dando de beber a los sedientos,
enseña al hombre a practicar el bien indistintamente, sin esperar
recompensa, sin contar con el agradecimiento.
Tomado de Cuentos escogidos, Editorial Porrúa, México, 1999
Fuente: http://www.lospobresdelatierra.org/textos.html#ensayos