Un zar, hallándose enfermo, dijo:
--¡Daré la mitad de mi reino a quien me cure!
Entonces todos los sabios se reunieron y celebraron una junta para curar
al zar, mas no encontraron medio alguno.
Uno de ellos, sin embargo, declaró que era posible curar al zar.
--Si sobre la tierra se encuentra un hombre feliz --dijo--, quítesele
la camisa y que se la ponga el zar, con lo que éste será curado.
El zar hizo buscar en su reino a un hombre feliz. Los enviados del soberano
se esparcieron por todo el reino, mas no pudieron descubrir a un hombre
feliz. No encontraron un hombre contento con su suerte.
El uno era rico, pero estaba enfermo; el otro gozaba de salud, pero era
pobre; aquél, rico y sano, quejábase de su mujer; éste
de sus hijos; todos deseaban algo.
Cierta noche, muy tarde, el hijo del zar, al pasar frente a una pobre choza,
oyó que alguien exclamaba:
--Gracias a Dios he trabajado y he comido bien. ¿Qué me falta?
El hijo del zar sintióse lleno de alegría; inmediatamente
mandó que le llevaran la camisa de aquel hombre, a quien en cambio
había de darse cuanto dinero exigiera.
Los enviados presentáronse a toda prisa en la casa de aquel hombre
para quitarle la camisa; pero el hombre feliz era tan pobre que no tenía
camisa.
Traducción: Fedro Guillén.
Fuente: http://www.lospobresdelatierra.org/textos.html#ensayos